En el Año 2007 comenzamos a transitar un camino junto a todos los docentes del país sobre ¿Cómo reconstruir y atesorar los saberes profesionales de los docentes? Tanto los saberes que van de boca en boca cuando la ocasión es propicia como los saberes más huidizos -esos que hacen recorridos más íntimos y no tienen oportunidad casi nunca de ser comunicados- pertenecen a lo que hoy se considera un corpus ineludible de conocimientos que no podemos perder sin echar por la borda experiencias pedagógicas valiosísimas que a todos nos constituyen como docentes. Es por eso que a partir de esta convicción y en el marco de diversos proyectos se invitó a los docentes a escribir las historias que consideraran más significativas, cuidando con ellos -a través de un complejo proceso de acompañamiento de su escritura- que esas historias no solamente no se perdieran sino que tomaran cuerpo y fuerza en una narración.
Todos sabemos que el espacio de la escuela o de los institutos de formación son espacios de aprendizaje para todos los que los atraviesan, pero muchos de esos aprendizajes se realizan en situaciones que escapan a la cultura escrita del mundo escolar. Por eso, dar lugar a esas historias cotidianas tiene una enorme potencialidad para rescatar esos saberes, transformar prácticas establecidas y lograr el desarrollo profesional de los docentes.
Por eso invitamos a las docentes Estela Almaraz de Escuela Josefa Díaz y a Valeria Acuña de Escuela Nº345 de Estancia Ingas para presentarle a la Comunidad de Simoca sus relatos docentes que fueron producidos a partir de experiencias profesionales que las protagonistas diferenciaron vivamente de otras ya transitadas.
De estas experiencias las docentes pensaron -y éste es un punto en común entre ellas-que habían sido, sin lugar a dudas, hitos para la reflexión pedagógica y su formación personal, y que esto había sido posible a través del dispositivo de documentación narrativa de experiencias pedagógicas del que habían participado.
De tiza y pizarrón